Fresquito
KFC

ESTRATEGIA↓
KFC llevaba años construyendo relevancia cultural desde un tono adulto e irónico, pero nunca había entrado en el terreno infantil. La categoría QSR suele hacerlo con juguetes o licencias, pero KFC no tiene payasos ni mascotas: tiene a un señor con barba que reboza pollo a mano. La oportunidad llegó de la mano de Fiesta y su caramelo más icónico, el Fresquito. Una piruleta roja que se moja en pica-pica y que es, en realidad, un juego antes que un dulce. Igual que en KFC: harina, especias secretas y pollo rebozado a mano. El paralelismo era perfecto. La estrategia fue convertir ese gesto en un crossover tan absurdo como lógico: un muslito de caramelo que cada uno podía rebozar en polvo ácido, como una versión infantil y nostálgica del proceso de KFC. La campaña no buscaba escalar ventas, sino reforzar el territorio de “productos que no deberían existir”. Y en lugar de hablar como niños, decidimos dejar la campaña en manos de niños reales: hijos y sobrinos del equipo que dibujaron lonas, vinilos y hasta un takeover urbano.
EJECUCIÓN↓
La ejecución arrancó en Avenida de América, Madrid, con paredes y coches cubiertos de dibujos reales: corazones, garabatos y muslitos de caramelo escritos con caligrafía infantil. La estética se trasladó a los restaurantes, donde el Fresquito KFC se vendía por 1 € con menú, y al canal retail, en impulso. Para completar la jugada, se sumó Babaria: intervinimos una de sus lonas cosméticas con los garabatos, y la marca reaccionó “limpiándola” con su propio desmaquillante. La guinda fue la lona compartida con Babaria, que convirtió la acción en una historia coral: tres marcas de universos distintos jugando juntas sin salirse de su tono.
RESULTADOS↓
Fresquito KFC vendió un +9% más que el postre líder histórico de la marca, a pesar de costar el doble que la versión estándar. Impulsó el Menú Chiquillo con un crecimiento del +26% y logró un +78% de ventas en retail respecto a la licencia anterior. En conversación, la acción generó más de 1,2 M€ en PR Value y 63 millones de impactos con 38 apariciones en medios, sin spot ni paid relevante. Lo que empezó como una broma improbable se convirtió en una campaña 100% KFC: inesperada, absurda y eficaz.
